El cannabis, como cualquier sustancia bioactiva, obedece al concepto griego de phármakon; veneno o medicina dependiendo de la dosis utilizada, la frecuencia, estado emocional y de salud del usuario, su vulnerabilidad individual, su experiencia con el compuesto, la circunstancia de uso, etc.
Su toxicidad en adultos es baja comparada con otras sustancias de abuso, legales o ilegales.
Se pueden desarrollar patrones de uso problemático y adicción, pero es baja la proporción de consumidores que los desarrolla, y los daños potenciales asociados son considerablemente menos graves que los asociados al alcohol o tabaco.
La revisión de la literatura especializada indica que la mayoría de los usuarios adultos de cannabis, que usan la droga ocasionalmente, no sufren ningún daño físico o mental objetivable.
Aquellos que consumen grandes dosis en forma regular tienen una tendencia a tener menores logros educativos y menores ingresos.
La prohibición impide que haya control sobre la calidad y composición del cannabis, lo que dificulta la estimación de riesgos.
La información científica basada en evidencia es la única manera de disminuir los daños asociados al consumo de cualquier sustancia psicoactiva.
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divulgamos información científica para habilitar
el pensamiento autónomo y responsable.
Estrategias de reducción de daños en cannabis.
Las estrategias de reducción de daños sobre el consumo de cannabis tienen que estar apuntadas a aquellos grupos especiales de población que tienen contraindicado su consumo, las situaciones donde se deben tomar precauciones como la conducción, las advertencias sobre posibles riesgos, la dosificación y compuesto administrado.
Otra medida de reducción de daños sería la regulación del acceso para separar el consumo de cannabis del de otras drogas más peligrosas.
Edad de inicio.
Es prioritario retrasar edad de inicio por ser la adolescencia la etapa donde existen riesgos de afectaciones permanentes en el sistema nervioso central.
El uso cotidiano de grandes dosis de cannabis a una edad temprana afecta el desarrollo del cerebro con efectos persistentes que lleven a déficits cognitivos o enfermedad mental.
En el caso de los jóvenes que ya están consumiendo, se debe trabajar en función de la postergación del hábito hasta la mayoría de edad. Si no abandonan el consumo, instarlo a que evite el consumo periódico y la combinación de sustancias.
En los casos de jóvenes en riesgo social con adicciones severas a otras drogas de mayor toxicidad, como la pasta base, una posible intervención que reduzca daños es el acceso por medio de Asistentes Sociales y Profesionales de la Salud Mental a variedades bajas en THC, el principio activo más riesgoso en la adolescencia, y altas en CBD, un cannabinoide que mitigaría los posibles efectos adversos.
Por otro lado en estas situaciones de abuso de tóxicos, los cannabinoides podrían tener un efecto antiinflamatorio y antioxidante, mitigando los efectos dañinos en el SNC, actuando también sobre el circuito de recompensa, disminuyendo la ansiedad.
Los usuarios problemáticos son generalmente politóxicos, y ya han probado la marihuana prensada del mercado negro, pero muy pocos han tenido acceso a marihuana de grado medicinal, cualitativamente diferente. La calidad ofrecida haría la diferencia frente al mercado negro, y va a colaborar con la reducción de daños por reemplazo de sustancias. Está claro que la estrategia de reducción de daños globalmente y el reemplazo de sustancias en particular –en este caso con cannabis – no va a resolver cabalmente la problemática del abuso y adicción a drogas más peligrosas. Pero puede ser una herramienta del Estado para abordar a las personas en riesgo social, permitirles superar los momentos críticos y poder así vincularlas nuevamente al sistema de salud, re-insertarlas en instancias educativas y laborales que rompan el estigma de la “droga”.
La recuperación de la adicción hay que pensarla dentro de la complejidad de la sociedad contemporánea, donde uno de los factores que más impacta en las adicciones es la desigualdad entre ricos y pobres. Sin ser la panacea contra la adicción, el cannabis de grado terapéutico con alta proporción de CBD puede ser una opción de utilidad para reducir daños.
Enfermedades preexistentes y poblaciones especiales.
La variedad de efectos fisiológicos y psicológicos del cannabis hace que esté contraindicado en personas con historia personal de enfermedad mental o enfermedad cardíaca grave.
También en poblaciones especiales como adolescentes, madres embarazadas o amamantando. Durante la gestación se inicia el neurodesarrollo del individuo, que prosigue durante la adolescencia y primera juventud. El sistema endocannabinoide está implicado en este proceso, de manera que es riesgoso utilizar cannabis en estos casos.
También se desaconseja la administración fumada en personas con enfermedades respiratorias preexistentes como el EPOC.
Las personas con historia familiar de enfermedad mental, epilepsia, enfermedad cardíaca, hepatitis C y uso concomitante de sedativos he hipnóticos, deben evaluar riesgo/beneficio.
Los ancianos, que suelen estar polimedicados, y son más susceptibles a cualquier droga que actúa sobre el SNC, deben tener cuidado con la hipotensión o incoordinación motora que pueda producir caídas graves.
El Estado podría habilitar espacios de contención con profesionales de la salud mental para el diálogo y acompañamiento de aquellas personas con riesgo que decidan consumir cannabis como parte de la estrategia de reducción de daños
Conducción de vehículos o maquinarias.
El cannabis puede afectar la coordinación motora, el tiempo de reacción y las habilidades cognitivas. Se debe evitar conducir, operar maquinaria u otras actividades peligrosas normalmente un mínimo de 3 horas después de fumar o 6 después de ingerir.
Se desarrolla tolerancia y la afectación cognitiva es mucho menor que la que produce el alcohol, pero la combinación con el mismo si acrecienta el riesgo notablemente. Se desaconseja la combinación de estas sustancias especialmente para la conducción.
Dosificación y vías de administración:
Es difícil establecer una pauta racional para la dosificación porque es una sustancia de gran variabilidad en contenido y proporción de cannabinoides y otras sustancias bioactivas.
La regulación permitiría reducir daños al hacer disponer de un tipo estable de cannabis, con la proporción de cannabinoides adecuada al caso, libre de contaminantes químicos o biológicos.
Las vías de administración utilizadas con fines recreativos son inhalatoria y oral.
Un cigarrillo de cannabis promedio pesa entre 0,6 y 0,8 gr. La cantidad necesaria para lograr los efectos buscados es muy variable. Al ser más rápidos los efectos de la administración inhalatoria por medio de cigarrilos o vaporización, es más fácil de dosificar que la vía oral, disminuyendo la posibilidad de reacciones adversas.
El consumidor adulto puede fumar dos o tres caladas, esperar quince minutos y repetir la autoadministración hasta conocer la potencia del compuesto. El efecto inhalado persiste entre 2 y 3 horas.
La vía oral da lugar a concentraciones plasmáticas inicialmente más bajas y erráticas que las observadas después de fumar, con picos de concentración detectable en plasma entre 1 y 6 horas.
Ingerirlo produce más psicoactividad debido al metabolismo masivo del primer paso hepático que produce en cantidad un metabolito –el 11-hidroxi-THC-, que es más psicoactivo que el mismo THC y se relaciona con efectos ansiogénicos.
La dosificación oral sería 1/3 de la inhalada.
La reducción de daños en la dosificación pasa en por instar al uso de la mínima cantidad necesaria para llegar al efecto deseado y evitar la combinación con alcohol.
La dosis y la combinación con otras sustancias puede hacer una gran diferencia entre lograr los efectos buscados y sentirse ansioso o incómodo.
Ingerir grandes dosis, usar extractos fuertes, o mezclarlo con alcohol puede causar ansiedad, nausea, vómitos y lipotimia.
Reducción de daños en el aparato respiratorio.
Fumar cannabis por medio de cigarrillos, a diferencia del tabaco, no aumenta la posibilidad de contraer cáncer de pulmón ni EPOC. Hay estudios poblacionales de alta calidad que descartan la relación, aunque sí tiene un efecto sensibilizador del aparato respiratorio frente al daño del tabaco.
Se desaconseja firmemente ser usuario de ambas sustancias. Abandonar el tabaco, si es fumador, es la principal medida de reducción de daños del cannabis.
Otras medidas preventivas sobre el aparato respiratorio son la utilización de papel fino sin blanquear, usar una boquilla de cartón o implemento que aleje la brasa de la boca del usuario y no retener el humo ya que es innecesario. Evitar papeles coloreados o aromatizados.
La vaporización es una manera de inhalar el cannabis sin el monóxido de carbono tóxico y los alquitranes irritantes.
Compartir porros u otros implementos contactando los labios puede incrementar el riesgo de trasmitir infecciones como meningistis, gripe y otros gérmenes. Al compartir es conveniente tomar o el porro o implemento de manera que puedas inhalar el humo o vapor sin tocarlo. Esta noción puede ser más difícil de incorporar, tanto por el marco cultural uruguayo, argentino y latinoamericano, que incluye el consumo de bebidas como el mate, donde se comparte la bombilla; y la propia cultura cannabica que involucra el compartir. Es materia de debate en las organizaciones cannabicas su inclusión en los materiales informativos sobre reducción de daños.
Efectos subjetivos y fisiológicos del cannabis.
La dosis, predisposición del consumidor, lugar de consumo, experiencia de uso, etc. condicionan los efectos subjetivos. Si el usuario está experimentado, la dosis es baja, y el ámbito de consumo es tranquilo, los efectos van a ser relajantes, con estímulo de la imaginación y profundización de los sentidos.
Los efectos negativos van a ser transitorios, afectando la memoria a corto plazo, la performance cognitiva, la percepción espacio-temporal y la coordinación neuromotriz. El nivel de afectación varía entre sujetos y con la familiaridad del uso.
Puede aliviar algunos síntomas como depresión o ansiedad o agravarlos aún más. En los casos severos puede producir una psicosis tóxica, con paranoia y alucinaciones, que remite junto con la eliminación de la droga del organismo.
Otros efectos posibles son: cansancio, vértigo, taquicardia, hipotensión ortostática, boca seca, incremento del apetito, enrojecimiento conjuntival, etc. También aumenta el apetito, una medida de reducción de daños es tener alimentos saludables para para satisfacerlo.
El uso regular produce cierta tolerancia a los efectos adversos y disminuye su incidencia.
En algunas personas que consumen altas dosis regularmente y cortan abruptamente su consumo, puede presentarse un cuadro abstinencial leve con irritabilidad, insomnio, pérdida del apetito, nerviosismo, etc.
Otras medidas de reducción de daños.
La separación de mercados funcionó exitosamente en Holanda, donde disminuyó el consumo de drogas duras entre los jóvenes. Equiparar la marihuana con la cocaína envía un mensaje erróneo a los jóvenes, que al fumar un par de porros y ver que no pasa nada equiparan los dos consumos.
Conclusiones: reducción de daños en uso de Cannabis.
El cannabis es un compuesto psicoactivo susceptible de abuso, pero con un potencial de adicción y de daño psico-bio-social menor que el alcohol y el tabaco. Es un imperativo cambiar las leyes regulatorias para evitar el enorme daño social producto de la prohibición de drogas, que sobre todo impacta en los sectores más desprotegidos, corrompe fuerzas punitivas y gobiernos y es inefectiva en disminuir tráfico y consumo.
Esta sería la medida más efectiva para reducir estos importantes daños sociales producto de la prohibición.
Una de las razones por las que la producción y venta del cannabis debe ser regulada es para desalentar el uso entre grupos de riesgo. Los menores, las embarazadas, los pacientes con cardiopatías graves, y los individuos con antecedentes de psicosis deben evitarla. También las personas que conducen vehículos deberían esperar algunas horas antes de hacerlo, sobre todo para conducir en ruta.
La prohibición es contraproducente en función de mantener las drogas fuera del alcance de los grupos especiales de la población. Es más fácil para un adolescente conseguir cocaína o marihuana que cualquier droga de abuso regulada por medio de doble o triple receta archivada. Un mercado regulado podría educar mejor a los usuarios de los riesgos potenciales y hacer más efectiva la veda a grupos de riesgo, que el narcotráfico no distingue ni protege.
Por Pablo A. Ascolani, Visto en http://www.fac.cc